A seguir escribiendo...

En algunas columnas he tenido éxito, otras fueron polémicas y tuve la razón en muchas. En otras me equivoqué, pero aquí están para que todos las revisen, las comenten y las critiquen.

lunes, abril 23, 2007

Amar lo que se conoce: primer paso para una lectura eficaz

Foto: By NetEng


Como una forma de entrar en la celebración y, por supuesto, con el ánimo de participar en las actividades bogotanas, en el marco de la designación, por parte de la Unesco, de la ciudad como Capital Mundial del Libro, presento a continuación un texto escrito hace unos meses, pero que viene como anillo al dedo y quizás sirva como una puerta de entrada hacia la lectura, en quienes no la practican frecuentemente, o como un recordatorio y un reafianzamiento en ella para aquellos que son sus frecuentes visitantes. Ofrezco, de antemano, disculpas por su extensión, tal vez demasiado amplia para un blog, pero mínima si se tiene en cuenta la importancia del tema.


Tal vez sea una simple frase de cajón pero realmente es muy difícil llegar a querer o a amar lo que nunca hemos tenido. Pero también lo es obligar a alguien a que lo haga .

Quizás con este título, un poco simple, se les venga a la mente de muchos, una serie de ideas sobre el amor. Posiblemente pasen por sus cabezas recuerdos de relaciones tormentosas, idílicas, platónicas o definitivamente constructivas y trascendentales.

Definir el amor es muy complejo. Infinidad de autores han tocado el tema. Sin embargo, lo que me preocupa hoy es poder contar lo importante, lo vital y casi lo imprescindible del amor o de la relación, si se quiere, entre hombre y libro. Ese puede ser un primer paso para poder llevar a cabo una lectura eficaz.

Es de ese amor del cual quiero hablar, de esa pasión que muchos sienten cuando acarician con sus manos y sus ojos las páginas de un texto. Pero no puedo hablar del amor sin tocar el odio. En todos existe ese sabor más agrio que dulce y en todos, por imperfectos, una preocupante bipolaridad que nos lleva de la euforia a la más aniquilante desolación.

Por eso, y por múltiples motivos de enseñanza y de aprendizaje, muchas personas no sólo no gozan con la lectura sino que además, caen en el abismo tedioso y calamitoso de la lectura obligada. Y terminan odiándola, aborreciéndola, detestándola.

Se privan así de los grandes placeres, del goce, de la inmensa riqueza que se puede obtener cuando logramos penetrar en los más recónditos rincones de las letras y las páginas.

Pero el odio no nace porque sí. Lo crea la obligatoriedad. Lo crea la presión, la amenaza, la retaliación. Desde niños hemos tenido que leer así muchas veces no hayamos querido. El Gato con Botas o Platero y yo, o quizás La Cenicienta o textos escolares como Nacho Lee fueron impuestos por nuestros profesores aunque no nos gustaran ni los gatos, ni las botas, ni los burros y sin querer entablar alguna amistad con el tal Nacho.

A la brava, muchos fueron introducidos en forma abrupta en el mundo de la lectura y hoy, con esos odios reprimidos, con esos recuerdos tenebrosos de hojas que pesaban más que la incesante búsqueda de la felicidad, aquellos quienes soportaron la ira del libro, continúan su calvario, en contravía del placer, por un camino agreste que los conducirá al saber.

Irónico pero cierto. Ese saber también debería descubrirse con alegría, con amor, con felicidad. Qué lástima que el conocimiento, según muchos, se obtenga únicamente con lecturas obligadas.

Habría que preguntarse primero qué es lo que se quiere conocer y qué métodos vamos a utilizar para ello. Hemos dicho, hasta ahora, que es importante amar el texto, de la anterior afirmación, podríamos deducir el segundo paso. Pero entendamos que de ninguna manera se pretende deslegitimar la lectura ni llegar a decir barbaridades que conduzcan al abandono de la misma. Por el contrario, de lo que se trata es precisamente de motivar esa lectura. Pero hay que ser claros: no se motiva a nadie obligándolo a realizar algo que no quiere.

Ahí es donde puede estar la fórmula y es ahí, quizás, donde se descifra esa eterna pregunta: ¿pero por qué la gente no lee?. Respuesta: ¿Le gustaría a usted tener que desarrollar trabajos forzados?

Bogotá ha sido designada por la Unesco, para el año 2007 como la Capital Internacional del Libro. ¡Qué buena noticia! Pero, ¿es real tanta dicha? Pese a que definitivamente se han hecho varios esfuerzos para que la gente lea, como llevar a cabo campañas como Libro al Viento o abrir bibliotecas públicas, los índices de lectura distan mucho de los de países desarrollados. Hasta hace unos tres años mientras en Europa el promedio de libros leídos al año era de 13 o 14 en Colombia si acaso llegaba a 2, eso obviamente entre los lectores, sin saber qué sucede con el grueso de la población.

Cuando uno como docente universitario indaga a sus alumnos sobre lo que han leído, encuentra que los que realmente lo han hecho, resaltan precisa y principalmente las lecturas obligadas del colegio o las que han tenido que leer en semestres anteriores, pero son muy pocos los que le citan a uno con orgullo autores desconocidos para el común, los que hablan con amor de lo que los libros le han dado para su vida, los que critican con argumentos a un escritor, los que contradicen cosas cotidianas con bases teóricas, o quienes construyen porque están motivados por un texto.

Posiblemente sea esa obligatoriedad la que no ha dejado que se descubra ese verdadero amor por la lectura. Cómo podemos pedir amor por algo que se tuvo que integrar a nuestras vidas a la fuerza. Eso algo así como consentir una invasión. Es como enamorarse del que tocó en lugar de permitirse que se sienta cariño por lo que nos atrae, lo que nos incita, lo que nos provoca, y por qué no lo que nos excita.

¿Se acuerdan ustedes con cuánto esmero y con cuánta dedicación muchos de sus padres y sus maestros estuvieron pendientes de lo que debían leer o no? Con toda seguridad nos escondieron textos, nos dijeron que leer x o y libro no estaba bien, en pocas palabras, nos hicieron saber que existían muchas “lecturas prohibidas”.

Pero dicen algunos que lo prohibido es lo más deseado. En cuanto a lectura se refiere, tal prohibición debería prohibirse. Leer no mata y al hacerlo no se le hace daño a nadie. Pero hay que hacerlo bien, hay que tener en cuenta que la lectura, ante todo, es comprensión e interpretación (Galvis, Perilla, Vega, 2005). Lo que sucede es que desconocemos, así como cuando se habla de la influencia de la televisión en los niños, que básicamente es cuestión de orientación y de diálogo, que la lectura es un proceso que comienza en casa, mejor dicho que hace parte de nuestra formación, en últimas que uno no puede amar algo que no conoce. Lo que no quiere decir, por supuesto, que aquellos que no han tenido el ejemplo, no tengan ahora la oportunidad de comenzar. Qué otra labor es la nuestra como docentes de Comunicación Escrita y Procesos Lectores que la de hacer que una persona llegue a tener una hermosa relación con los libros. ¡Qué orgulloso me sentiría si algún día me comparan con La Celestina, sólo que en este caso mi complicidad sobrepasa la piel y se inmiscuye con el papel.

Si uno no ha visto en su casa que alguien lee algo, es muy difícil que se interese por la lectura. Es algo así como lo que últimamente han dicho psicólogos y psiquiatras sobre el maltrato intrafamiliar, un niño maltratado tiene todas las condiciones para ser, en el futuro, un hombre que maltrata. O sea, y para nuestro caso, un niño que vio leer, posiblemente sea un hombre lector.

En muchas ocasiones y en aras de mi oficio, varias personas me han preguntado qué es lo que hay que hacer para leer, para interesarse por eso, qué es lo que uno debe leer y cómo debe enfocar sus lecturas.

Desde mi humilde punto de vista y con base en la experiencia y en textos como el de Rodrigo Villacís Molina, Lea, Piense y Escriba, puedo decir lo siguiente: en primera instancia hay que saber que existen cuatro tipos de lecturas, según el autor de marras: la lectura de comprensión, la de interpretación, la de cuestionamiento y la de construcción.

Como su nombre lo indica, la de comprensión consiste o mejor, se define como aquella que se hace y al final se logra un alto grado de entendimiento. Cuando leo y logro entender. Otro autores hablan de la prelectura (Galvis, Perilla, Vega,2005) o sea la que define el propósito de la misma, la que nos lleva a indagarnos sobre el autor, quién es, de dónde es, cuál es su entorno y su contexto político y social, la que nos genera dudas e incertidumbre y nos lleva a preguntarnos qué sabemos de los que vamos a leer, qué conocemos, cuánto manejamos el tema.

La segunda no sólo se basa en la comprensión sino que añade la interpretación, es decir, darle sentido a algo. Cuando leo y entiendo, pero además soy capaz de explicar eso que leí. Podríamos introducirnos entonces en la lectura como tal, o sea, en el proceso a través del cual, identificamos afirmaciones, o contenidos principales, determinamos la organización del texto, controlamos la comprensión o la medimos y relacionamos la información con nuestros conocimientos previos. Aquí ya entramos un poco en un proceso hermenéutico que en palabras de Hans George Gadamer se resume en entender que “el hombre no sólo va...tiende a... sino que viene de...”. Por tanto, en este paso, debemos ser capaces de explicar o declarar el contenido de un texto, explicar acciones, hechos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes formas. Concebir, ordenar, o expresar de un modo personal la realidad (http://www.rae.es/ ).

Por eso, cuando se lee, uno debe hacerse preguntas y entrar de lleno en la interacción con el autor.

Posteriormente, y concatenándonos con lo antes expresado, viene la lectura de cuestionamiento o sea aquella en la cual indago al autor frente a lo que dice, lo interrogo, comparo lo que escribe con lo que yo sé, con lo que he vivido, asumo posturas frente al texto, creo a medias, no como entero, investigo, profundizo, tomo para mí lo que me sirve y desecho lo que no, releo, pregunto, leo a otros autores para corroborar o contradecir al primero, pienso, reflexiono, analizo.

Y por último la lectura de construcción que consiste precisamente en construir o crear cosas con base en la lectura. Cuando soy capaz de tomarla como referente para poder escribir nuevos textos. Un poco lo que estoy haciendo con éste. En esta etapa podemos de nuevo citar a Galvis a Perilla y a Vega: Lo último es la poslectura. Algo así como una etapa de evaluación o de control, en ella, hago cuadros sinópticos, reseñas, resúmenes, mapas conceptuales con el fin de hacerme a una idea mucho más amplia y concienzuda del texto.

Fíjense ustedes como el proceso lector pasa por varias etapas y fíjense además como leer no sólo es recorrer con la vista un poco de palabras sin descubrir su verdadero fin.

Lo que tenemos que preguntarnos cuando vamos a leer es qué busco o qué quiero encontrar en un libro o en un determinado documento, fotocopia, texto o como quiera llamársele.

En segunda instancia y para tratar de responder a esas preguntas que con frecuencia se me hacen, debemos decir que en la medida de lo posible no se debe leer algo por obligación. Quizás muchos académicos pondrán el grito en el cielo pero creo que se ha dicho suficientemente que lo obligado en lugar de motivar, genera una carga demasiado pesada de llevar. Por supuesto que cuando hablamos de la academia nos veremos siempre en la obligación de citar muchos autores y muchos libros pero hay que tener en cuenta que los que citamos no necesariamente son los únicos que existen. Recomendar textos, si uno los ha leído, sería la idea adecuada. De lo que se trata es de poder, con base en las experiencias personales textuales y también con base en la vida misma, construir nuevas cosas, proponer, defender, criticar, analizar, argumentar.

De lo que se trata, y así se lo he dicho a mis estudiantes, a quienes no llamo alumnos sino interlocutores, tal cual me lo enseñó Daniel Prieto Castillo, comunicador social argentino y autor de varios textos, es de que cada uno de ellos lea lo que quiera, lo que lo apasione, lo que lo emocione, lo que le haga sentir placer y alegría, lo que lo incite, lo provoque, lo confunda, lo inquiete, lo motive. Que lea con entusiasmo no para ser interrogado sobre eso que leyó sino para que le sirva en la construcción de su vida y su futuro profesional y personal. Ahí es donde radica la importancia de la lectura.

Que sepan que la lectura es la herramienta sin la cual no pueden ser competentes ni competitivos en este mundo cada vez más globalizado.

A mi me ha funcionado la estrategia de decir en clase que quien lea algún texto, pueda explicarlo, compararlo con su proyecto de vida y por último crear nuevas cosas soportado en ese mismo texto, ha dado un gran paso para poder enamorarse de los libros, pero que quien no avance en ese proceso no sólo va obtener una baja evaluación, cosa que sería lo de menos, sino que definitivamente va a perder la oportunidad de crecer como individuo y como profesional. Es el estudiante quien sabe a qué va a una clase.

Una última cosa que quiero compartir con ustedes es la importancia que tiene el hecho de leer periódicos. De moda se ha puesto esa frasecita de que hay que hacer una lectura de todo: “haré la lectura de esa obra teatral”, “Tendré que hacer una lectura sobre su vida”, “hay que hacer la lectura de esos comportamientos”, mejor dicho hay que leer todo. ¡Qué maravilla! Si así es la cosa, pues también leamos los periódicos para poder leer la vida.

No voy a entrar en la discusión trivial de si lo que dicen los medios es o no cierto. Eso se queda para otros espacios. Lo que si diré es que por lo menos debemos saber en dónde estamos parados, en qué mundo vivimos, qué pasa a nuestro alrededor, qué pasa con la política, con la artes, con la cultura, con la economía o con la cotidianidad y eso, mal que bien, nos lo dan los periódicos.

Tampoco haré el análisis de si están bien escritos o fallan en su redacción y gramática. Lo que busco es que entendamos el contexto, que entendamos lo que pasa y que juzguemos o alabemos con criterio. Por ejemplo, si le interesa el tema del conflicto del Medio Oriente, por qué no busca un texto que le ayude a entenderlo. Si su interés es la cultura por qué no consulta autores que toquen el tema, si lo que lo apasiona es el cine, que entre otras cosas es la extensión de la literatura, búsquese un texto de cine.

Libros, textos y autores hay de todo y para todos los gustos. Pero primero pregúntese qué es lo que le gusta, qué quiere saber, qué quiere conocer. Cuando lo haga, con toda seguridad tendrá de quién enamorarse.