A seguir escribiendo...

En algunas columnas he tenido éxito, otras fueron polémicas y tuve la razón en muchas. En otras me equivoqué, pero aquí están para que todos las revisen, las comenten y las critiquen.

lunes, diciembre 03, 2007

Lo que me dijeron Uribe y Chávez


Foto: Lapilar Foto: Sheila Steele
Hace unos años a Yamid Amat se le ocurrió inventarse una columna de opinión en la cual, de manera ficticia, hacía unas entrevistas que él llamó virtuales, a algunos personajes relevantes del acontecer nacional. Hoy, de manera “virtual”, voy a mostrarles una conversación que sostuve con los presidentes Hugo Chávez Frías y Álvaro Uribe Vélez.

Unos días antes de los insucesos entre Colombia y Venezuela, que hoy ocupan los mayores espacios de los medios de comunicación y que sin duda son tema obligado de cualquier tertulia, recibí una llamada que por la importancia del interlocutor no sólo me sorprendió sino que además me preocupó. Pensé que aquella persona ya había leído este blog y que por supuesto estaba siendo objeto de uno de sus habituales ataques de ira y que a mí me iba tocar pasar el resto de mi vida en el exilio. Con voz entrecortada por el susto que me causaba escucharle la voz al otro lado del teléfono, lo saludé respetuosamente y le pregunté a qué se debía que un mortal de mente inferior como yo recibiera una llamada de un prohombre de mente superior.

Mauricio, me dijo, la razón de mi llamada radica en la importancia que de vez en cuando tiene escuchar la opinión de un ser inferior. Ya he consultado a mis asesores, a mis ministros, a mis amigos del Congreso, todos son unos ineptos y por eso me toca a mí siempre tomar las decisiones. Lo único que quiero –prosiguió- es descubrir qué piensa un ser de carne y hueso sobre la decisión que he tomado en relación con el nombramiento de una senadora de la oposición ineficiente y de un presidente expansionista y amigo del terrorismo como facilitadores para que los asesinos de mi padre devuelvan a un poco de personas sin importancia al seno de sus familias.

Señor Presidente –le respondí- me causa un enorme gusto poder ser tenido en cuanta por la mano derecha de Dios, mi opinión es irrelevante pero ya que quiere escuchar lo que piensa un ser humano, pues tengo que decirle, como primera instancia, que si eso que me acaba de decir es lo usted cree de las dos personas que designó para la entrega de los secuestrados, pues la verdad, con todo respeto, me parece que se equivocó.

Yo nunca me equivoco, doctor Mauricio, sólo que al lumpen, a la guacherna, hay que distraerla con cositas y me pareció gracioso ponerme a jugar un rato con el tema de los secuestrados. El problemita que veo ahora es que me va tocar, en algún momento, decirle a esos dos que ya no me interesan, no vaya y sea que de verdad se logre un acuerdo con los asesinos de mi padre y quede yo como mosco en leche.

Señor presidente Uribe, de nuevo, con todo respeto, creo que el tema no es para juego. Muy por el contrario, si usted no tiene la voluntad de llegar a acuerdos con los asesinos de su padre, pues es mejor que lo diga, que siga invirtiendo en armas y siga desarrollando su plan de Seguridad Democrática a ver si algún día logra eliminarlos a todos, incluso a los secuestrados.

Eso es claro, doctor Mauricio, nosotros ya estamos a punto de acabar con esos terroristas, pero como la popularidad hay que tenerla siempre, por encima de los 70 punticos, pues a veces me toca dejar participar a los ineptos para que no se vaya a decir que no soy un demócrata.

La verdad, con testigos, doctor Mauricio, es que a mí ese par de morenos no me cuadran. Las Farc respetan y le tienen simpatía al presidente Chávez. Ambos, él y Piedad, son amigos de los terroristas y enemigos de Colombia, enemigos de la patria que debe estar por encima de los intereses personales, sobre todo los de ellos. Ambos son de carne y hueso, débiles, mortales. De todas maneras voy a dejarlos participar un ratico y luego los echo como perros, pero eso sí, sin avisarles ni nada, porque son capaces que me inventan una patraña para hacerme quedar como un presidente que no quiere la paz y yo sí la quiero, pero después de haber eliminado a las Farc, al ELN y a todos aquellos que medio huelan a izquierda, caiga quien caiga.

Cálmese señor Presidente - le interpelé al notar que la rabia ya empezaba a ponerle la cabeza caliente como de costumbre – sólo le pido, que por el bien de Colombia, piense primero antes de actuar. Si los facilitadores logran lo que su comisionado de paz no ha podido alcanzar, no sería excelente únicamente para ellos sino sobre todo para los secuestrados y para nuestro país, que como usted lo dice, debe estar por encima de cualquier cosa.

¿Aló?, ¿aló?. A esas alturas ya me encontraba hablando sólo. El doctor Álvaro Uribe, sabía con antelación, lo que iba a hacer y lo que quería era simplemente escuchar a un mortal.

Supremamente sorprendido por semejante llamada, pero alarmado también por la insensatez del mandatario, me puse a cavilar sobre lo que habíamos hablado y llegué a una conclusión. A nadie en este gobierno le interesa, honestamente, si los secuestrados se pudren en manos de una guerrilla anacrónica, desalmada, brutal y definitivamente, como todos lo sabemos, la única y directa responsable de esta sí, verdadera hecatombe que vive Colombia. Aquí lo que debemos esperar es una venganza personal en contra de las Farc cueste lo que le cueste al país. Por lo tanto, haber pensado siquiera en los buenos oficios del presidente en procura de una mediación que liberara a los plagiados, fue un engaño que a la postre todos vamos a pagar.

Pero ahí no paró la situación. Al día siguiente y como si fuera yo un enviado de Dios, El Elegido, al otro lado de la línea telefónica se encontraba el presidente Chávez.

¡Hermano Colombiano, bolivariano, suramericano, cómo está usted chamo! – dijo con voz altisonante la reencarnación de Bolívar –. Me he enterado del juego sucio de tu presidente quien, según dicen las malas lenguas, anda urdiendo un plan con los Estados Unidos para derrocarme, pero que aún así, me ha llamado para que logre un acuerdo con el comandante Marulanda que nos permita la liberación de tus compatriotas secuestrados. ¿Qué tú piensas chico?

Pues la verdad, señor Presidente, que si usted tiene desconfianza de su homólogo no debió haber aceptado la mediación.

¡Chamo!, a mí la suerte de los secuestrados no es que me interese mucho, sólo que el desequilibrio mental de ese mentiroso de tu presidente, me da la oportunidad de seguir siendo reconocido por la comunidad internacional como un gran negociador y como una figura prominente en al ámbito mundial. ¡Cómo voy a dejar pasar ese cuarto de hora!, además, si entro de lleno a ese proceso, en pocos días tendrán resultados.

Le dije que lo de los secuestrados no era un juego y que no se podía aprovechar esa coyuntura para satisfacer deseos individuales. Yo pienso presidente Chávez – continué – que aquí lo que importa no es quién salga ganando entre usted y el presidente Uribe, sino que todos los retenidos por las Farc, logren la libertad, para con ello, dar un paso grande en la consecución de un acuerdo que permita una paz sostenible en nuestro país.

Pero es que la máscara de tu presidente es espantosa, absurda, horrible. Y yo se la voy a quitar, sólo que antes tengo que centrar mis esfuerzos en elevar mi popularidad para poder, además, sacar adelante ese referendo que me dejará indefinidamente en el Palacio de Miraflores.

Señor presidente Chávez – le reclamé, un poco molesto y no porque Uribe me parezca realmente honesto sino por el manoseo asqueroso que los dos mandatarios estaban propiciándole a un proceso que debiera tener todas las condiciones, por lo menos humanitarias, para que llegue a feliz término – no me parece justo que la vida de cientos de policías, militares y civiles esté en manos ahora, no sólo de la guerrilla sino de dos presidentes que aparentan tener voluntad para lograr su liberación, pero que realmente están poniendo una cortina de humo, cada cual por su lado, para obtener con la situación y a su manera, dividendos personales.

¿Aló?, ¿aló?. Imagínense qué había pasado. De nuevo me encontraba hablando solo, atónito por lo absurdo de la situación, perplejo por el cinismo de aquellos Jefes de Estado. Hoy, luego de haberse desencadenado lo que en un principio yo ya sabía que iba a suceder, me veo como un cómplice de la situación por callar, por permitir, como ciudadano, como periodista, que un presidente local y uno foráneo, acribillen con la palabra, con la falta de decoro y diplomacia que sus cargos requieren, con la altura y la sensatez dignas de sus envestiduras, pero que no poseen, a unas víctimas de una violencia endemoniada que la historia nos impondrá por años; por permitir con mi actitud, displicente y cobarde como la de todos los colombianos, que se menosprecie la vida, la integridad humana y las más mínimas condiciones de derechos humanos a las cuales todos deberíamos tenemos acceso.

Independientemente de si las pruebas de supervivencia iban o no para Chávez, quien entre otras, quedó mejor que el Rey de España con el fracaso de su referendo (tema del cual hablaremos después), independientemente de si Piedad o no interviene, de si lo hace Putin, Gadhafi, Zarkozy o el mismísimo Benedicto XVI, lo que se debe hacer, cuanto antes, es no dejar morir en las cloacas de la inmundicia humana a esos secuestrados a quienes es obvio que la guerrilla tienen como garantía de subsistencia, ahora sí, cueste lo que cueste.