A seguir escribiendo...

En algunas columnas he tenido éxito, otras fueron polémicas y tuve la razón en muchas. En otras me equivoqué, pero aquí están para que todos las revisen, las comenten y las critiquen.

martes, agosto 26, 2014

Militares activos en La Habana: acierto del gobierno Santos

Foto tomada de: http://s1.reutersmedia.net/resources/r/?m=02&d=20140218&t=2&i=842025064&w=580&fh=&fw=&ll=&pl=&r=CBREA1H1OQM00

Por: Mauricio Galindo Santofimio
Subdirector @esferapublicarm

Quizás a muchos no les guste lo que voy a decir, pero lo hago porque pretendo ser honesto. Por eso, y porque creo que es el momento de seguir avanzando en la consecución de un acuerdo con las Farc, porque creo que el país se puede dar ahora la oportunidad de construir la paz, con base en ese primer paso, el de la firma de los acuerdos, porque nunca antes se había llegado tan lejos en una negociación con ese grupo insurgente, pues me parece que no es posible que apoyados en el odio político, se pretenda destruir lo construido y seguir echándole leña al fuego para incendiar un proceso que ha sido apoyado por la comunidad internacional y hasta por las mismas víctimas a quienes por ser decentes, y por asumir el dolor y el perdón como es, como algo personal, acusan de complacientes con los victimarios.

Hoy, en un acierto del gobierno, siete militares activos se encuentran designados por el presidente Santos para, oígase bien, “pensar cuál será la mejor manera para que la guerrilla se desmovilice, entregue las armas, se reintegre con éxito a la sociedad y en un cese al fuego “bilateral y definitivo”. Pero todo tiene una condición: lo que acuerden sólo se aplicará si se firma el proceso de paz”.

Tienen una labor netamente técnica y no deliberativa, son ellos los expertos en temas militares y de desmovilización. El Presidente no ha designado a cualquiera. La cabeza de la delegación de militares es el general Javier Alberto Flórez Aristizábal, hasta la semana pasada jefe del Estado Mayor conjunto de las Fuerzas Militares, uno de los oficiales del país que más capacitación ha recibido en el exterior en resolución de conflictos y dejación de armas, según publican los medios y ratifica su hoja de vida.

Además, hay que recordar que “quienes liderarán la subcomisión son el general (r) del Ejército Jorge Enrique Mora Rangel y el general (r) de la Policía Óscar Naranjo Trujillo, actuales miembros de la delegación del gobierno en el proceso de paz”. Antiguos miembros de la Fuerza Pública dispuestos, al parecer, a entregar su experiencia, a deponer incluso sus más férreos orgullos personales y sus vanidades en pro de ponerle fin a un grupo armado que no se pudo acabar por la fuerza.

El presidente dijo el jueves pasado “que (el hecho de que) estén allá presentes (los militares) en este momento histórico es algo muy importante para cualquier miembro de nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Pero siempre hay quienes quieren confundir y manipular a los colombianos, infortunadamente. Por eso, quisiera exigir respeto por los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y de nuestra Policía”.

Y pues claro que hay que exigir respeto porque deja un mal sabor que se diga que "esa presencia allí pone a las Fuerzas Armadas a deliberar, en contra de lo que dice la Constitución, por una decisión de abuso de poder del Presidente, que como comandante de ellos les ordena en nombre de la disciplina acudir a La Habana a violar la Constitución con el efecto nefasto de afectar seriamente la seguridad en Colombia", como lo afirmó el congresista Uribe.

Hay que preguntarle al uribismo tan solo unos detalles, ¿si los auténticos enemigos no se encuentran, cara a cara, mirándose a los ojos, cómo se logra la paz, con telegramas? ¿No es hora de acabar los odios para ver si podemos reconciliarnos? ¿No son sus declaraciones una clara muestra de que no se desea una solución negociada al conflicto? Bueno, pues ellos tienen las respuestas.

martes, agosto 12, 2014

Un discurso esperanzador pero…

Foto tomada de: http://imagenes.colombia.interlatin.com/sdi/2010/11/09/fbad87dee4614e16b2d97590251735d6.jpg

Por: Mauricio Galindo Santofimio
Subdirector @esferapublicarm

Ya todos han analizado y han calificado el discurso de posesión del presidente Santos del pasado jueves, pero creo que hay detalles que aún no se han comentado. Hay análisis bastante sesgados sobre este discurso y muy apasionados, lo cual no es raro, pues la herencia del uribismo, que durará por muchos años, es precisamente la polarización visceral de la ciudadanía. Y otros, que no parecen análisis, sino palmaditas en el hombro, como acostumbran dar los lagartos. En fin, diré lo mío y punto.

Como no todo en la vida es bueno, ni malo, pues el mencionado discurso no es la excepción. Sin duda la clase y la distinción del Jefe de Estado y de su familia, es uno de los puntos a destacar, parece que hay un Presidente y no un finquero. Igual la ceremonia, que aunque con descoordinación de los generales de la República y del ministro de Defensa, en el momento de la marcha, a quienes les haría bien un poco de orden cerrado pues parece habérseles olvidado (claro, eso se olvida en un escritorio) y con los conocidos datos curiosos como el sueño de algunos, y el despiste de otros, salió bien en términos generales.

Las palabras de Santos fueron, como era de esperarse bien recibidas por los sectores afines a sus políticas y por quienes conforman la llamada Unidad Nacional. Sus opositores, por supuesto, tanto de izquierda como de derecha, no le reconocen ni un saludo y parece que están para hacerle oposición hasta por el color de la corbata.

Algunos columnistas, pagados y no, desde sus tribunas, despotrican a diestra y siniestra y no reconocen al menos, que ya no tenemos una relación con Venezuela o con Ecuador a punto de convertirse en confrontación armada. Muchos cosas están por mejorarse y hay deudas del primer gobierno Santos, y por supuesto que nosotros, los periodistas, debemos ser los veedores y críticos de ese gobierno cuando lo merezca, pero también, quienes debemos aplaudir, sin miedo, sus avances y logros. Solo que aquí, si uno critica es uribista y si aplaude, terrosita.

Miremos: Santos habló de equidad, de educación, de pobreza y por supuesto del proceso de paz, el cual, al parecer, según algunos analistas, no tiene vuelta atrás. Y resaltó algunos de sus frutos durante su primer mandato: el avance de las negociaciones con las Farc (ya van tres puntos acordados), a quienes les advirtió que de todas formas, la guerra sigue mientras no se llegue a un acuerdo; recordó que la disminución de la pobreza ha dejado como saldo 2.5 millones de personas que mejoraron esa condición, habló de los 200 municipios que ya cuentan con jornada completa en educación y del presupuesto presentado al Congreso de 28. 4 billones de pesos para el sector educativo, por primera vez más grande que el presupuesto para la defensa.

Dentro de los aciertos del Presidente durante sus primeros 4 años podríamos citar solo estos: bajar el desempleo a un dígito, entregar viviendas gratis, disminuir la pobreza, avanzar con las negociaciones con la Farc, lograr acercamientos con el ELN y la caída de la informalidad laboral. 

Prometió, para estos 4 años venideros, disminuir la brecha entre el campo y la ciudad, la entrega de 400 mil becas universitarias y la creación de la comisión y subcomisión encargadas de poner fin definitivo al conflicto. Todo muy bonito y muy plausible, un discurso lleno de esperanza y entusiasmo.

Pero ¿dónde quedaron los anuncios en justicia, en salud, en infraestructura? ¿Dónde la lucha contra la violencia urbana, el microtráfico y los hurtos y homicidios en campos y ciudades? ¿Dónde un pronunciamiento sobre los TLC y las EPS? ¿Dónde un apoyo decidido y fuerte para el campo?

¿Por qué nada sobre La Guajira, o sobre los pueblos miserables del Chocó o Nariño? ¿Qué pasó con Bogotá? Obvio que tocar todos los temas era imposible, pero una simple alusión no hubiera alargado mucho su discurso y hubiera mostrado su interés por ellos.

Hay tareas pendientes que deberá desarrollar y sacar adelante. Ojalá se logren materializar en la vida de los colombianos, de los que creyeron en él y le depositaron su confianza para un país mejor, y de los que no. Eso es lo que queremos todos.

Ah, María Isabel Rueda: yo prefiero un Presidente con clase, que busque la paz, que defienda la población civil y que no sea un Mesías, sino un Presidente.

Ahí les dejo unas “bobaditas” que se deberían arreglar… Digo Yo.


martes, agosto 05, 2014

¿El fin del proceso de paz?


Foto tomada de: http://cdn01.am.infobae.com/adjuntos/163/imagenes/010/610/0010610939.jpg

Por: Mauricio Galindo Santofimio
Subdirector @esferapublicarm

Muy graves los sucesos que han venido aconteciendo en los últimos días por cuenta de las Farc y del ELN, quienes no contentos con dejar sin luz a 400 mil personas en Buenaventura, la semana pasada, han perpetrado, y siguen haciéndolo, ataques infames con saldos de niños muertos, destrucción, desolación, dolor y llanto, en varias zonas del país.

Ya sabemos quiénes son las Farc y el ELN: grupos delincuenciales, al margen de la Ley, que no han escatimado esfuerzos en poner a padecer a un país por cuenta de un conflicto armado que perdió sentido cuando se embolató su supuesta ideología y se convirtió en una lucha por el poder a través de las armas, la cual no ha dado ni dará frutos, menos ahora cuando el mundo tiene pocos referentes de luchas de ese tipo y cuando el comunismo se vino a pique con el Muro de Berlín.

Conocemos de su accionar, conocemos de sus delitos, así como también conocemos de los desafueros y de los excesos del Estado al que esos grupos combaten, que tampoco ha podido vencerlos mediante acciones militares y que por supuesto, también ha contribuido para avivar este conflicto eterno de un país que dice proteger.

Sabemos que esas guerrillas no son las dulces palomas, ni las hermanitas de la caridad, pero este gobierno, que sabe que se negocia con los enemigos y no con los compinches, como otros, en el pasado, les ha tendido la mano para hablar y lograr su reintegro a la vida civil a través de la solución dialogada del conflicto. Unas negociaciones se han abortado por su desfachatez, otras, por su testarudez y cinismo y esta, la que ofrece el presidente Santos, peligra, si continúan con sus actos irracionales contra la población civil, inerme y desarmada.

Es cierto que nada está acordado hasta que todo esté acordado y que las negociaciones en La Habana se pactaron sin cese del fuego. Pero también es cierto que quien quiere la paz no mata niños, ni pone bombas, ni secuestra, ni tampoco “chuza” o intercepta las comunicaciones en forma ilegal, ni comete falsos positivos, ni roba, ni se compromete con la corrupción. Aquí debe haber voluntad para lograr esa paz. Voluntad de todos, de los legales y de los ilegales. Muestras reales y tangibles de que de verdad se desea.

Sería interesante ver la lucha política y las propuestas que desde la legalidad hacen esos grupos subversivos para lograr un país mejor. Pero es muy difícil que con su actitud de estos días, logren llegar al Congreso o a cualquier otro estamento de elección popular, o a ocupar cargos públicos. Así no demuestran que quieren a la nación. ¿No dicen llamarse el Ejército del Pueblo? ¿Quién va a votar por sus miembros cuando estén por fuera del conflicto? ¿Quién los va a acompañar sin sonrojarse o sentir vergüenza por apoyarlos?

Las respuestas las tienen ellos mismos. Si quieren botar por la borda, una vez más, este proceso, lo cual sería lamentable pues echarían al traste también con la ilusión de un país entero por vivir algún día en paz, pueden hacerlo. Con su proceder ya están demostrando qué es lo que desean.