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Por: Mauricio Galindo Santofimio
Subdirector @esferapublicarm
Quizás
a muchos no les guste lo que voy a decir, pero lo hago porque pretendo ser
honesto. Por eso, y porque creo que es el momento de seguir avanzando en la
consecución de un acuerdo con las Farc, porque creo que el país se puede dar
ahora la oportunidad de construir la paz, con base en ese primer paso, el de la
firma de los acuerdos, porque nunca antes se había llegado tan lejos en una
negociación con ese grupo insurgente, pues me parece que no es posible que
apoyados en el odio político, se pretenda destruir lo construido y seguir
echándole leña al fuego para incendiar un proceso que ha sido apoyado por la
comunidad internacional y hasta por las mismas víctimas a quienes por ser
decentes, y por asumir el dolor y el perdón como es, como algo personal, acusan
de complacientes con los victimarios.
Hoy,
en un acierto del gobierno, siete militares activos se encuentran designados
por el presidente Santos para, oígase bien, “pensar cuál será la mejor manera
para que la guerrilla se desmovilice, entregue las armas, se reintegre con
éxito a la sociedad y en un cese al fuego “bilateral y definitivo”. Pero todo
tiene una condición: lo que acuerden sólo se aplicará si se firma el proceso de
paz”.
Tienen
una labor netamente técnica y no deliberativa, son ellos los expertos en temas militares
y de desmovilización. El Presidente no ha designado a cualquiera. La cabeza de
la delegación de militares es el general Javier Alberto Flórez
Aristizábal, hasta la semana pasada jefe del Estado Mayor conjunto de las
Fuerzas Militares, uno de los oficiales del país que más capacitación ha
recibido en el exterior en resolución de conflictos y dejación de armas, según
publican los medios y ratifica su hoja de vida.
Además,
hay que recordar que “quienes liderarán la subcomisión son el general (r) del
Ejército Jorge Enrique Mora Rangel y el general (r) de la Policía Óscar Naranjo
Trujillo, actuales miembros de la delegación del gobierno en el proceso de
paz”. Antiguos miembros de la Fuerza Pública dispuestos, al parecer, a
entregar su experiencia, a deponer incluso sus más férreos orgullos personales
y sus vanidades en pro de ponerle fin a un grupo armado que no se pudo acabar
por la fuerza.
El
presidente dijo el jueves pasado “que (el hecho de que) estén allá presentes
(los militares) en este momento histórico es algo muy importante para cualquier
miembro de nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Pero siempre hay quienes
quieren confundir y manipular a los colombianos, infortunadamente. Por eso,
quisiera exigir respeto por los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y de
nuestra Policía”.
Y
pues claro que hay que exigir respeto porque deja un mal sabor que se diga que
"esa presencia allí pone a las Fuerzas Armadas a deliberar, en contra de
lo que dice la Constitución, por una decisión de abuso de poder del Presidente,
que como comandante de ellos les ordena en nombre de la disciplina acudir a La
Habana a violar la Constitución con el efecto nefasto de afectar seriamente la
seguridad en Colombia", como lo afirmó el congresista Uribe.
Hay
que preguntarle al uribismo tan solo unos detalles, ¿si los auténticos enemigos
no se encuentran, cara a cara, mirándose a los ojos, cómo se logra la paz, con
telegramas? ¿No es hora de acabar los odios para ver si podemos reconciliarnos?
¿No son sus declaraciones una clara muestra de que no se desea una solución
negociada al conflicto? Bueno, pues ellos tienen las respuestas.
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