Imagen tomada de: http://famvin.org/es/2013/12/15/la-navidad-y-sus-tradiciones-papa-noel/
Treinta
y ocho personas pensando en qué escribir para ganar el concurso de cuento de mi
salón. Yo aún no tenía idea de cuál habría de ser mi historia. De repente
apareció en mi cuarto una sombra que no
era mi sombra. Grande, gorda, se podía distinguir en ella una larga barba, un
gorro similar al de las pijamas de los abuelos de los cuentos, una enorme
barriga y un gigante bolso que me hizo pensar que era un ladrón.
Estaba
sola maquinando en mi cabeza cómo ganaría el concurso. Tuve miedo, mi piel
parecía de pollo y aunque el día era caluroso, no lo era tanto para producir
toneladas de sudor que fueron las que salieron de mi cuerpo. Saqué valentía no
sé de dónde, me levanté de mi silla y me acerqué a aquella sombra que de
inmediato cambió de sitio. Volví mi mirada hacia su nuevo lugar y el enfado
reemplazó al miedo. Las paredes blancas de mi habitación contrastaban con
aquella figura inesperada, su color se transformó y ni el blanco de las nubes
de un hermoso día de verano era más hermoso. Me aterré y por un momento sentí
que era un sueño, pero no, realmente estaba pasando. Quise empujar a esa figura
y salir corriendo en busca de ayuda.
Al
parecer, y eso lo pienso ahora, ese personaje podía hasta leer mis pensamientos.
Dejó de ser sombra y se personificó de una manera espectacular, increíble. No
tuve miedo. Mis lágrimas fueron de alegría.
-
¿Te has portado bien este año?, me dijo con una sonrisa en sus labios.
-
¿Qué haces tú aquí? ¡No hemos acabado ni siquiera el mes de octubre y no
entiendo la razón de tu presencia!
Guardó
silencio y me miró tratando de encontrar la respuesta a aquella pregunta que de
seguro ya conocía. No tuve más remedio que decirle la verdad.
-
A veces contesto mal, no hago las tareas, me pongo de mal genio, tengo mi
cuarto desordenado, como y hablo en clase, no tiendo mi cama, no guardo mi
ropa, no hago caso, etc., etc., etc., pero en términos generales me he portado
bien.
-
Jo, jo, jo… ¿Y eso es portarse bien? ¿Todavía quieres esos regalos que pides
todos lo días del año a mis buenos amigos los enanos del Polo Norte?
-
¿Qué le ves de malo?, todos los niños de mi edad, los de once o los de doce y
los de ocho o nueve hacen esas cosas y sin embargo, en Navidad reciben
cantidades de regalos. ¿O es que soy la única que observas durante todo el año?
-
Efectivamente contestas bastante mal y tu genio no es el mejor. Por lo que veo,
tu cama más bien parece un ropero y tu closet tu cuarto de San Alejo. En cuanto
a los etcéteras no te preocupes que los conozco todos desde hace mucho tiempo.
-
¡Me asustas, me desconcentras, me impides escribir un cuento que necesito y
fuera de eso me regañas por semejantes tonterías!
Creo
que ahí me pasé de bravucona. El viejo Santa no dijo una sola palabra y lo que
hizo fue descargar su bolso, quitarse su gorra y desabrocharse un poco su
abrigo. Se sentó con un poco de dificultad sobre la ropa que tenía encima de mi
cama y con su dedo índice envuelto en unos impecables guantes blancos, me
señaló haciéndome la señal de que me acercara a él. Así lo hice y cuando estaba
muy cerca, me abrazó, me sentó dulce y suavemente en sus rodillas, acarició mi
cabeza y me dijo con su apacible voz:
-
Si los problemas de todos los niños del mundo fueran como los tuyos, jamás en
mi larga vida hubiera derramado una lágrima de dolor. He recorrido el mundo
miles de veces y en cada lugar hay niños como tú pero también hay quienes no
tienen siquiera una cama, no hacen tareas porque no estudian sino que deben
trabajar para poder comer cualquier cosa, de la ropa ni hablar porque algunos
deambulan por las calles casi desnudos y hay quienes tienen alguna prenda rota,
sucia, maloliente que no los abriga. Hay niños que mueren enfermos,
desnutridos, de hambre, de física hambre. Hay injusticias con ellos, violencia,
golpes, maltratos.
Tú
te quejas de las cosas simples de la vida y por eso estoy hay aquí. Porque
quiero que reflexiones sobre lo que tienes y también sobre lo que no tienes.
Porque tus problemas son insignificantes y tú los magnificas. No se pueden
comparar con los que te estoy contando.
Tu
trabajo ahora es estudiar, responder por tus pequeñas obligaciones que para ti
pueden ser gigantes pero que realmente lo que hacen es ofrecerte enseñanzas
para tu vida. No vine a regañarte. Sabes que somos amigos pero los reales
amigos son quienes nos hacen ver nuestros errores. Sólo vine para poder hablar
sin el agite y la velocidad de la Navidad, para que mientras llega, te hables a
ti misma y te respondas si todas las veces haces lo correcto o no. Equivócate,
todos lo hacemos, pero cuando lo hagas, acepta tus errores y enmiéndalos.
-
¿Por qué nunca antes me habías hablado de esta forma?, le pregunté algo
sorprendida.
-
Porque ahora tienes la edad para comprender mejor las cosas. Tú y yo nos volveremos
a encontrar y ya no hablaremos de camas mal tendidas o sin tender, o de ropa, o
de tareas, o de juguetes. Hablaremos, cuando sea el momento, de problemas que
tendrás que solucionar con más esfuerzo que ahora, de cosas que la vida te dará
y que no te dará. Pero esta es la época para la solución de los que te
preocupan. Tú sabes la respuesta.
Luego
de ese diálogo me levanté de sus rodillas, caminé hacia mi escritorio y me
senté en la silla. Cuando di la vuelta mi cama estaba vacía y solamente una
hoja blanca reposaba sobre mi almohada. Volví a levantarme, me dirigí hacia
aquel papel, lo desdoblé y lo leí:
“Ya
tengo tu lista de regalos”.
Volví
a mi silla y empecé a escribir.
Creo
que esta historia nadie me la va a creer. Lo que importa es lo que realmente
crea ahora.
No
es un cuento. Es la realidad. Es la vida.
Apagué
mi computador, pasé al comedor, empecé a comer, terminé y cuando volví a mi
cuarto había un protector de pantalla que por arte de magia también había
aparecido. Decía fin.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario