Imagen tomada de: http://es.123rf.com/search.php?word=avi%F3n&viewsubs=0&orderby=3
“Habían atravesado la capa de
nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión...” Fue en ese
instante cuando se dieron cuenta de la verdad. De la aterradora verdad. Aquella
capa de nubes no era más que el bálsamo para afrontar la realidad. Quizás
hubiera sido mejor haberse quedado atrapados en esa oscuridad. Cuando la luz
apareció, iluminó los rostros de cada uno. Y vieron con estupor la auténtica
faceta del ser humano. Dos pasajeros, quizás como Farishta y Chamcha, cobraron
formas angelicales y diabólicas, pero como aquellos, ninguno cayó en picada. Se
quedaron dentro del avión, observaron a sus congéneres, murmuraron y no
entendieron. Tal vez no podían entender. Ni a Dios ni al diablo compete en
últimas comprender. Eran sus miradas, eran sus gestos, era su actitud, era todo
eso lo incomprensible para dos sujetos
de otro mundo, de otra historia, de otra vida. En ese avión apareció la
envidia, la desolación, la incertidumbre, la vanidad, el mal. Y ninguno lo
disimuló, simplemente eran así, simplemente vivían así, con esos defectos, con
esos odios reprimidos y presentes, con codicia, con ambición, con rabia, con
ira. De un momento a otro los dos transformados cambiaron también su actitud,
el avión seguía deprisa, con más brillo en su interior hacia un destino
incierto. Presintieron que adonde iban no tendrían sueño alguno ni esperanza
ninguna, entonces decidieron que lo mejor era abandonar esa nave para emprender
el camino de la vida y de la muerte. Lo uno sin lo otro no existe. La presencia
del mal y del diablo ratifican la existencia del bien y de Dios. Y fue así como
cada uno permitió que ese avión siguiera hacia la vida humana, con el sol
resplandeciente que solo alumbra para ocultar las sombras. Desde otro escenario
los transformados vieron como sus antiguos compañeros de viaje siguieron con
sus vidas. Ellos ya tenían las propias y en esas nuevas vidas entendieron lo
frágil y lo absurdo que habían creado. En ese lugar entendieron que no valió la
pena.
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