A seguir escribiendo...

En algunas columnas he tenido éxito, otras fueron polémicas y tuve la razón en muchas. En otras me equivoqué, pero aquí están para que todos las revisen, las comenten y las critiquen.

viernes, diciembre 06, 2013

No valió la pena




“Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión...” Fue en ese instante cuando se dieron cuenta de la verdad. De la aterradora verdad. Aquella capa de nubes no era más que el bálsamo para afrontar la realidad. Quizás hubiera sido mejor haberse quedado atrapados en esa oscuridad. Cuando la luz apareció, iluminó los rostros de cada uno. Y vieron con estupor la auténtica faceta del ser humano. Dos pasajeros, quizás como Farishta y Chamcha, cobraron formas angelicales y diabólicas, pero como aquellos, ninguno cayó en picada. Se quedaron dentro del avión, observaron a sus congéneres, murmuraron y no entendieron. Tal vez no podían entender. Ni a Dios ni al diablo compete en últimas comprender. Eran sus miradas, eran sus gestos, era su actitud, era todo eso lo  incomprensible para dos sujetos de otro mundo, de otra historia, de otra vida. En ese avión apareció la envidia, la desolación, la incertidumbre, la vanidad, el mal. Y ninguno lo disimuló, simplemente eran así, simplemente vivían así, con esos defectos, con esos odios reprimidos y presentes, con codicia, con ambición, con rabia, con ira. De un momento a otro los dos transformados cambiaron también su actitud, el avión seguía deprisa, con más brillo en su interior hacia un destino incierto. Presintieron que adonde iban no tendrían sueño alguno ni esperanza ninguna, entonces decidieron que lo mejor era abandonar esa nave para emprender el camino de la vida y de la muerte. Lo uno sin lo otro no existe. La presencia del mal y del diablo ratifican la existencia del bien y de Dios. Y fue así como cada uno permitió que ese avión siguiera hacia la vida humana, con el sol resplandeciente que solo alumbra para ocultar las sombras. Desde otro escenario los transformados vieron como sus antiguos compañeros de viaje siguieron con sus vidas. Ellos ya tenían las propias y en esas nuevas vidas entendieron lo frágil y lo absurdo que habían creado. En ese lugar entendieron que no valió la pena.

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