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Aunque
algunas universidades ya empezaron sus labores hace rato, este lunes comienza
oficialmente el año académico en todas las Instituciones de Educación Superior
y la sociedad, los estudiantes y algunos profesores esperan que sea un período
con innovaciones y no simplemente un año más de lo mismo.
La
Pruebas Pisa que se dieron a conocer a finales de 2013 ya nos mostraron la
mediocridad que existe en los futuros egresados en lectura, matemáticas y ciencias
y el vergonzoso puesto 61 que ocupó Colombia entre 65 países evaluados.
De
manera pues, que lo que se viene no es seguir por la vía en que vamos, es decir,
descuidando las funciones sustantivas de la universidad: la docencia, la investigación
y la proyección social, sino dándole a cada una la importancia que merece y por
supuesto, poniendo a trabajar a las personas comprobadamente idóneas en cada
una de ellas.
La
docencia, por ejemplo, ya no es hoy lo que debiera ser, pues se ha puesto al
servicio de procesos administrativos que nada tienen que ver con su razón de existir.
Hoy por hoy se ve a muchos profesores universitarios metidos de cabeza en cuestiones
de acreditación que ni siquiera, en muchas ocasiones, se tienen claras.
De
la investigación, ni hablar. Estamos a años luz de convertirnos en un país que
investiga. Las supuestas investigaciones son simples elucubraciones que nada
tienen que ver con la realidad y se hacen para cumplir con las cargas académicas
asignadas a los docentes para que puedan cumplir con sus medios tiempos o sus tiempos
completos. Si no lo creen, pueden consultar en Colciencias cómo está el país en ese tema.
Y
la Proyección Social, que debiera también verse como una forma de acercar a los
estudiantes a la realidad, a la manera de ayudar a la sociedad desde sus
profesiones, se ha vuelto un requisito que se debe cumplir, en el caso de las
universidades privadas, en aras del cuentico de la responsabilidad social que
las exonera de impuestos y las hace ver como las más servidoras y bondadosas
del planeta.
Servirían
si no descuidan a sus estudiantes, a sus docentes y a todo su personal. Si les
dan el trato que merecen. Si dejan de recibir alumnos como bultos de papa y de
llenar a los profesores con cargas que no les corresponden.
Hay
un último tema y es el que tiene que ver con la innovación. Eso es lo que se
necesita. Que creen cosas nuevas que sirvan al país, que sirvan a la sociedad.
Que dejen de creerse el ombligo del mundo y que sean capaces de diferenciarse
unas de otras por cosas novedosas que sean ciertas y que no solo aparezcan en
los prospectos que les dan los estudiantes quienes creen todo lo que les dicen
y dejan escapar sus sueños metiéndose, a veces, engañados, en universidades que
ofrecen pero no dan.
El
reto, pues, es grande: lograr que las universidades se vuelvan centros de real
conocimiento y no aposentos de cumplimiento de las normas del Consejo Nacional
de Acreditación. Si las universidades son buenas, lograrán la Acreditación de
Alta Calidad, las que no la tienen, claro, y no vivirán en función de ese tema
que las ha carcomido y las ha puesto a pensar en todo menos en educación.
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